Marchan por normalistas de Ayotzinapa, con esperanza renovada
Paola Ramos / Cencos
“No puedo, compañeros”, dijo Mario González, padre de un normalista de Ayotzinapa desaparecido, ante miles de personas que le oían en el Zócalo capitalino. Soltó el micrófono y caminó sobre el templete directo hacia Vidulfo Rosales, abogado defensor del caso Iguala, a abrazarle, mientras lloraba quedo.
Era el cuarto ponente en el mitin realizado a cuatro años de la desaparición forzada de los 43 estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos.
Antes de no poder contener las lágrimas, Mario exponía su deseo irrealizable de volver en el tiempo para defender a su hijo aquella noche de 2014 de la violencia de las fuerzas de seguridad y elementos del Ejército que se lo arrebataron. Lo desaparecieron.
“Cómo me hubiera gustado estar en esos momentos yo y los padres de familia, para que nos pudiéramos defender como pudiéramos… pero no un ataque a esos niños indefensos”, dijo.
Y, ciertamente, no pudo más. A sus lágrimas les siguió el silencio, y este fue roto por el grito de los asistentes: “¡Duro! ¡No estás solo! ¡No estás solo!”.
Este 26 de septiembre, unas 15 mil 500 personas salieron a las calles de la Ciudad de México para marchar del Ángel de la Independencia a la Plaza de la Constitución y unirse al reclamo de los padres en la exigencia del esclarecimiento del Caso Iguala, la creación de un órgano de investigación confiable e independiente y la presentación con vida de los normalistas. A reclamar a la administración peñista su mala herencia: la impunidad.
Esta ocasión, a diferencia de manifestaciones anteriores, los padres marcharon con una esperanza renovada, pues por la mañana se sostuvieron una reunión con el presidente electo Andrés Manuel López Obrador y acordaron la creación de una Comisión de Investigación para la Verdad y Justicia, la firma de un decreto para la no obstaculización de la investigación y la participación de órganos internacionales en las indagatorias.
Marcharon en compañía de miles provenientes de diversos estados, de casas de estudios, de organizaciones civiles, de normalistas rurales, de miembros de movimientos sociales.
La lluvia, que no se hizo esperar, no espantó a nadie y con protección o sin ella los manifestantes gritaron las consignas acostumbradas, con la acostumbrada fuerza. Había jóvenes, niños y personas mayores. Casi al centro del contingente, un performance artístico vestía de colores la marcha y la animaba con música combativa. Esta vez no hubo presencia de fuerzas públicas que custodiaran el acto político.
Leyendas como “Ayotzinapa Vive” , “43” y “vivos los queremos” lucían en carteles, en mantas, en pegatinas y en la piel, pintadas con tinta roja.
Y la esperanza y la rabia se sentían, no importaba que hubiesen pasado cuatro años.
“Para nosotros el día de hoy se abre una esperanza para llegar a la verdad. Hemos tenido una reunión con el presidente electo Andrés Manuel López Obrador (…) él tiene que asumir las cosas que está dejando este actual gobierno. Este actual gobierno debe ser enjuiciado y castigado Enrique Peña Nieto”, dijo Emiliano Navarrete, padre del normalista José Ángel Navarrete.
Llevaba fuera del pecho un rosario y, dentro, fe. Pese a que durante cuatro años se le ha dicho a él y al resto de los padres que sus hijos fueron incinerados en un basurero en el municipio de Cocula a manos del grupo criminal “Guerreros Unidos”, Emiliano continúa con la esperanza de encontrar a su muchacho con vida.
Lo mismo Epifanio Álvarez, padre del normalista Jorge Álvarez que, en su turno, sostuvo en micrófono y con coraje, gritaba:
“Es una rabia, señores, es un coraje que no se puede contener, que no puede parar, solamente de pensar cómo se ensañaron con nuestros hijos (…) cuatro años sufriendo… pero, desde aquí les digo a todos y cada uno de los presentes: nos llenan de esperanza de que vamos a volver a abrazar a nuestros hijos”, sostuvo.
La energía de Epifanio era tal que la mano con la que sostenía el micrófono temblaba. Mientras tanto, una imagen de Jorge, alegre, sonriendo, lucía justo en el centro de su pecho.