El día que casi me golpean por pedir que recogieran su basura
Por Ixchel Cisneros
Esta nota se publicó originalmente en Huffington Post México el 03 de febrero de 2017.
Vuelvo acá a hablar de mis hijos, y de verdad no es necedad o presunción —son unos amores, eso que ni que— pero me preocupa el país que les dejaremos.
Hace un par de semanas fui con mi familia a un centro comercial de la Ciudad de México, y nos formamos en la fila interminable de unos famosos helados de yogur. Frente a mí, una señora de aproximadamente 45 años y su hija adolescente platicaban mientras la joven se pasaba, de mano a mano, una envoltura de papel. Después de un rato se la dio a su mamá, esta señaló el piso y dijo: “Tírala”. La muchacha obedeció.
Yo, como metiche que soy, había visto todo y reaccioné como siempre lo hago cuando noto que alguien tira basura al suelo. Lo levanté y le dije a la muchacha: “Se te cayó”. Con pena, ella estiró el brazo y lo recibió pero quien la acompañaba, la miró fijo y le repitió: “Tiiiirala”. Así lo hizo.
A mí se me revolvió el estómago y como metiche que soy —nuevamente— dije: “Señora, ese no es un bote de basura”.
—No lo va a recoger y deja de molestarla.
—Pero señora, este lugar es de todos, no tendría por qué tirar la basura en el suelo.
—A ti, ¿qué te importa?
—Pues, me interesa vivir en un país limpio. Además, no creo que esté bien enseñar a las nuevas generaciones que tirar la basura en el suelo esté bien.
La mujer apartó a su hija, hizo el pecho para adelante y me increpó: “Mira, hija de tu pinche madre, si yo quiero, tiro la basura en donde a mi se me dé la chingada gana”. Al ver la agresión, yo recogí la envoltura y la tiré en el bote que estaba a menos de un metro de distancia. Al regresar a la fila fui recibida con un: “Yo no recojo la basura porque siempre tengo a chachas que lo hagan por mí. Así, como tú”.
Sí, yo fui una metiche por pedirles que no tiraran la basura al suelo, pero creo que la gente lo hace porque se puede, porque nadie los evidencia, porque nadie les dice nada. Un amigo ya me lo había dicho: “Un día te van a golpear Ixchel”. Y ese día casi llega en la fila de los helados.
A pesar de la agresión, increpar a los extraños que tiran basura en la calle es algo que seguiré haciendo y no nada más porque me lo enseñaran en la escuela o mis padres, simplemente porque no me conformo con la indiferencia y el individualismo. No estoy dispuesta a aceptar que no nos importe el otro, que mi comodidad y bienestar sea más importante que el bien común.
Lo aún más grave es que todo este tiempo, mis dos hijos (10 y 6 años) presenciaron el incidente. El pequeño me abrazaba fuerte de la cintura, pues sentía que su mamá estaba en peligro, mientras que el mayor, observaba expectante.
Sin deberla ni temerla, este conflicto entre dos mujeres adultas estaba siendo presenciado por tres personitas (mis hijos y la hija de la señora), quienes fueron testigos de lo violentas que pueden ser las relaciones entre los seres humanos y lo rudo del individualismo.
Cuando nos dieron nuestro helado, mi hijo el menor me preguntó: “Mamá, ¿por qué la señora no quiso recoger la basura?” y “¿por qué te quería pegar por decirle que lo hiciera?” La respuesta, no la tengo.