Crece la industria de la trata de personas; no hay cifras oficiales
Redacción/La Jornada
El problema de la trata de personas en México en sus distintas modalidades, como la explotación sexual, trabajos o servicios forzados, sigue sin ser dimensionado, pues no es posible hablar de un número determinado de víctimas, ya que se carece de información real debido a la cifra negra.
Aunque existe una comisión intersecretarial para abordar el tema, el número de afectados que muestran las autoridades no corresponde con la realidad que se vive en México, lugar de origen y destino de víctimas. Incluso, son muy pocas las personas que cometen este delito y que llegan a tener una sentencia condenatoria.
Respecto de las víctimas de explotación sexual, la forma de operar de las organizaciones criminales continúa igual: las enamoran, les prometen una mejor vida, tienen hijos y las mantienen controladas bajo la amenaza de que, si no cumplen con lo que se les pide, las consecuencias las enfrentará el hijo.
La Procuraduría General de la República (PGR) identifica dos rutas de trata de personas de frontera a frontera. Colombianas, venezolanas, hondureñas, salvadoreñas y mexicanas son las víctimas principales.
En la ruta del Pacífico, las víctimas son enganchadas en el sureste del país, las trasladan a Puebla y Tlaxcala, donde las mantienen en cautiverio. Luego son explotadas por un tiempo en Puebla o en Ciudad de México. Posteriormente son enviadas a Tijuana, donde las mantienen en casas de seguridad y su destino final es San Diego, California.
En entrevista con La Jornada, Juan Manuel Zavala Evangelista, responsable de la Fiscalía Especializada para los Delitos de Violencia contra Mujeres y Trata de Personas (Fevimtra), explicó que la segunda ruta es la del Golfo: las víctimas son enviadas a Reynosa, Tamaulipas, para luego cruzarlas a Estados Unidos. Los puntos específicos de explotación sexual son Florida, Washington y Nueva York.
En el contexto del Día Mundial contra la Trata, comentó que un fenómeno que se ve actualmente es que mujeres colombianas y venezolanas que fueron explotadas sexualmente en México “pasan a ser agentes libres” cuando terminan de pagar su deuda con las organizaciones criminales y se dedican a reclutar mujeres.