No solo los discriminan en vida, también en la muerte. Así se muere en las calles
Por Redacción/Animal Político
Jazmín vivía en una calle de la delegación Cuauhtémoc. Un día enfermó de gravedad y murió luego que la ambulancia solicitada por sus compañeros tardara dos horas en llegar. Tuvieron que pasar 33 días de trámites antes de que sus conocidos y una asociación pudieran recuperar su cuerpo y darle una sepultura digna.
Jazmín tuvo quién se preocupara por ella. No así las 2 mil 556 personas que en los últimos 10 años murieron en las calles de Ciudad de México sin que nadie las identificara. De ese total, 412 vivían en ellas y fallecieron por accidentes de tránsito, negación del servicio médico, enfermedades relacionadas con el consumo de sustancias (activo, básicamente) o hechos violentos, de acuerdo con reportes del colectivo El Caracol.
Todas ellas son causas “excesivamente prevenibles o evitables” de acuerdo a los parámetros de la Organización Mundial de la Salud y a los registros del colectivo, que desde hace 23 años trabaja con hombres y mujeres que sobreviven en las calles de la ciudad, y que desde hace 14 recopila información sobre las prácticas que se convierten en un riesgo de muerte para ellos.
Datos de la Secretaría de Salud confirman que el VIH/SIDA, la desnutrición, los accidentes de tránsito y los suicidios son muertes prevenibles con la atención médica adecuada, pero aún así representan las principales causas de fallecimiento para los integrantes de poblaciones callejeras.
Morir en la calle no es cosa voluntaria
Cada año desde 2013, El Caracol realiza una campaña para enmendar la falta de un protocolo de búsqueda de personas que no cuentan con documentos de identidad y que fallecieron en las calles de Ciudad de México. El nombre de la campaña es “Chiras Pelas, Calacas Flacas” y el objetivo de este año es “seguir reflexionando sobre el derecho a la existencia legal vinculada a la muerte de presonas que forman parte de las poblaciones callejeras”.
Por ello la frase “morir en la calle no es cosa voluntaria” forma parte de la campaña, y se refiere al ambiente de discriminación en el que viven estas personas. Ello facilita “la negación de servicios y el rechazo de la comunidad en factores muy altos entre estas poblaciones”, explica Enrique Hernández, director de El Caracol. Y el caso de Jazmín evidencia “la discriminación que viven las poblaciones callejeras aún después de la muerte”.