Empezar de cero: El sismo les arrebató el patrimonio de toda una vida
Por Redacción/Animal político
Vecinos de los edificios dañados por el sismo en Canal de Miramontes viven en la incertidumbre de no saber si sus casas serán derrumbadas.
La señora Remedios González iba a empezar a cocinar cuando, a la 1:14 de la tarde, el edificio de cuatro plantas en el que llevaba viviendo más de 30 años comenzó a estremecerse ante los impactos de un sismo de intensidad 7.1.
“Yo viví también el sismo del 85”, cuenta la mujer de 56 años. “Pero aunque aquel fue más demoledor, este se me hizo larguísimo. Todo a mi alrededor salió disparado. Los vasos, los platos, la cubertería, todo”.
Tras algo más de un minuto “eterno”, la tierra dejó de temblar, y aparentemente regresó la normalidad. Remedios tomó su celular y se dispuso a salir del inmueble, ubicado en el número 3010 de Canal de Miramontes. Pero ya cuando bajaba por las escaleras, la mujer se percató que aquel no había sido un sismo como muchos de los que el edificio había soportado con solvencia, incluido el del pasado 7 de septiembre, cuando otro potente temblor de 8.2 puso a prueba la resistencia de la ciudad.
Ya en la primera planta del edificio, Remedios entró en shock. A sus pies, grandes trozos de concreto le dificultaban el paso, y a uno y otro lado varias paredes tenían enormes boquetes que dejaban a la vista el interior de los departamentos de sus vecinos.
Aun así, Remedios relata que se resistía a creer que estaba ante un desastre que, a unas pocas cuadras de su casa, ya había provocado la muerte de ocho personas tras el derrumbe de un bloque de departamentos en el fraccionamiento Los Girasoles II, además de graves daños en otros inmuebles como el suyo.
“Cuando bajé si vi muchos daños fuertes en el edificio, pero pensé que en un rato nos permitirían regresar por nuestras cosas”, dice encogiendo los hombros. “Nunca se me pasó por la cabeza que ya no volvería a entrar a mi casa. Que la iba a perder para siempre”.
“Mi patrimonio de 30 años de trabajo se quedó atorado en el edificio”
Desde el pasado 19 de septiembre, Remedios y otras 24 familias del edificio 3010 están “alojados” en el estacionamiento de un centro comercial, donde con la ayuda de ciudadanos voluntarios se instaló un centro de acopio para damnificados.
No es que vivan ahí, precisan los vecinos afectados, sino con amigos y familiares que les brindaron sus casas mientras dure la crisis. Pero estar todos debajo del toldo instalado en un rincón del estacionamiento los mantiene unidos como una sola familia, subraya María Magdalena Austrich, otra vecina.
Sobre todo desde hace apenas un par de días, cuando un dictamen técnico ya les confirmó dos cosas terribles: una, que su edificio tiene que ser demolido. Y dos, que su estructura quedó tan dañada que ni siquiera se les permite el acceso para sacar sus documentos básicos, ni pertenencias de ningún tipo.
“Todo mi patrimonio de más de 30 años de trabajo se quedó atorado ahí adentro”, dice Remedios, que señala con la barbilla en dirección al edificio para luego explicar que es viuda desde hace 15 años, y que tiene una hija de 22 que le pregunta a diario qué es lo que van a hacer ahora.
“No nos quedó absolutamente nada. El día del sismo mi hija salió para sus clases con la ropa que llevaba para ese día. Pero su laptop, todos sus libros, su ropa, todo se le quedó en el departamento. Ahora todo está perdido y nosotros mismos vamos a tener que ir reponiendo ese patrimonio. Vamos a tener que empezar de cero”.
Verónica Domínguez, otra vecina, no estaba en el edificio al momento del temblor. Pero cuando consiguió regresar y reunirse con sus hijos en el camellón de la avenida Miramontes, rápido comprendió que sus vidas acaban de cambiar drásticamente.
“Cuando vimos los hoyos enormes en la fachada de mi departamento, entendimos que, literalmente, nos habíamos quedado en la calle, sin nada”, se lamenta.
Ahora, Verónica trata de recuperar su tranquilidad y la de sus hijos. Y aunque admite que es consciente de la gravedad de la situación en la que están, les ha prometido que conseguirán otro hogar.
“Ya se hicieron a la idea de que no vamos a poder pasar al departamento, y de que vamos a empezar realmente de cero”.
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