El albergue es la calle: solicitantes de asilo esperan con desesperación que abra la frontera en Matamoros
Alberto Pradilla/Animal Político
El INM rodea con una verja las tiendas de los solicitantes de asilo del campamento de matamoros. La frontera lleva seis meses cerrada y las familias se impacientan.
El hallazgo del cuerpo del guatemalteco Rodrigo Castro de la Parra, líder de su comunidad al interior del campamento de solicitantes de asilo en Matamoros, Tamaulipas, fue un duro golpe para cientos de hombres y mujeres que llevan más de un año atrapados en la frontera. La muerte tuvo lugar el 18 de agosto y no hay una versión convincente sobre por qué un joven que buscaba la protección de Estados Unidos terminó ahogado en el Río Bravo. Sus restos aparecieron en la orilla, entre los matorrales que crecen junto al agua, a varios metros de las carpas en las que duermen cientos de centroamericanos, venezolanos y cubanos.
“Puede ser la desesperación”, dice Nahum, hondureño de 30 años que ya ha superado los doce meses de intentar tramitar su asilo en Estados Unidos. Es muy delgado y los pómulos le marcan el gesto mientras vende dulces junto a una gran carpa vacía que antes se utilizaba de comedor al interior del campamento. Explica que Rodrigo para él era como un hermano, que siempre estaban juntos y que no sabe cómo su cuerpo pudo llegar ahí teniendo en cuenta que el guatemalteco no sabía nadar.