Fallece Luz Longoria, fundadora del Centro Nacional de Comunicación Social
Cencos
Este domingo, 3 de marzo, murió Luz Longoria y Gama, mujer mexicana incansable que, desde su fe y convicción por un México más justo, dedicó la vida junto con su esposo, José Alvarez Icaza Manero, por la defensa de la justicia y las causas de las personas más vulnerables.
“Luzma”, como le decíamos cariñosamente, fue una mexicana, católica incansable, luchadora por la justicia y pionera del trabajo de las organizaciones de la sociedad civil. Primero, preocupada por los problemas de las familias mexicanas, fundó junto con su esposo José y un grupo de matrimonios el Movimiento Familiar Cristiano para posteriormente hermanarlo con otras organizaciones similares en América Latina, a través del Secretariado para América Latina del MFC (SPLA) del que fueron presidentes y que los llevó a representar la voz de las familias ante el Concilio Vaticano II, donde defendió denodadamente el papel del amor conyugal como uno de los fundamentos del sacramento del matrimonio.
La participación de ambos como auditores laicos en el Concilio fue fundamental para la construcción del esquema XIII de la Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo Gauidum et spes. Durante su participación en la sala conciliar, Luzma dijo a los padres conciliares: “desde mi experiencia de madre, estoy convencida que los hijos no son fruto de la concupiscencia sino del amor… Con mucho respeto les digo (a los padres conciliares) que cuando sus madres los concibieron lo hicieron por amor, como yo, no por concupiscencia”.
Estas palabras, venidas de la experiencia propia y del caminar arduo acompañando y escuchando a muchas mujeres del continente americano, fue clave para lograr definiciones más evangélicas en las discusiones al respecto y contribuir a redefinir el papel de la mujer dentro de la Iglesia. Tarea que tenazmente mantuvo durante toda su vida.
Por esa razón, el papa Paulo VI depositó de manera simbólica en sus manos, el mensaje del concilio a las mujeres del mundo durante la sesión de clausura del Concilio.
Todavía en 2012, siendo invitada por el Congreso Internacional “Las teólogas releen el Vaticano II” en Roma para celebrar el cincuentenario del inicio del Concilio Vaticano II, Luzma habló en representación de las católicas mexicanas y latinoamericanas particularmente de asuntos preocupantes al interior de la estructura clerical: el celibato de los sacerdotes, el sacerdocio femenino y el aborto, la participación de las mujeres en la iglesia, entre otros asuntos. Ex auditora laica en el Concilio, con la misma voz rotunda que usó hace medio siglo, Luz siguió siendo una voz que clama en el desierto de la iglesia que ella ama.
Junto con su esposo José Alvarez Icaza, Luz fundó posteriormente el Centro Nacional de Comunicación Social (CENCOS) con el que decidieron dar una respuesta creativa al llamado del Concilio a los laicos del mundo ante las realidades y problemáticas urgentes. A lo largo de su historia ofrecieron espacios, apoyo y compañía a grupos y personas perseguidas por la defensa de sus derechos y las más diversas causas por la justicia y la paz. El equipo que siempre hicieron equilibraba corazón y cabeza. Muchas veces Luzma era el faro que guiaba sutil y sensatamente, pero ambos convivieron siempre en armonía y decidieron vivir con la mayor congruencia en favor de las causas de los más pobres.
Desde la sede de Medellín 33, en la Colonia Roma, en la capital, apoyaron la formación de un sinnúmero de organizaciones de la sociedad civil, acogiendo a perseguidos políticos de México y de América Latina.
Su solidaridad la ejerció también en la casa familiar, sonde recibía incondicionalmente a grupos y personas en busca de apoyo. Convirtió el hogar familiar en casa de puertas abiertas. Fue esposa, madre, suegra, abuela, amiga y camarada ejemplar. Siempre interesada y enterada de los asuntos de todos. Su amor alcanzó también a otros hijos no biológicos que fue recogiendo por la vida.
Inquieta intelectualmente era una lectora ávida, siempre preocupada por los asuntos de la vida pública. A sus 94 años, emprendió el aprendizaje de la lengua náhuatl, convencida de que la mejor manera de entender el mensaje liberador de la virgen de Guadalupe a profundidad, era leer el Nican Mopohua en su lengua original. Como su nombre lo indica, ella era luz para quienes caminamos a su lado y de su mano.
Buen camino a casa, querida Luzma.