La movilidad social debe constituirse como eje rector de la política pública: CEEY
Por Redacción/Proceso
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- En las últimas tres décadas se estabilizó la macroeconomía en México y algunas instituciones democráticas se fortalecieron, sin embargo, la desigualdad, la pobreza y en particular la baja movilidad social intergeneracional permanecen aún como grandes pendientes dentro de la agenda pública.
Así lo destacó el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY), luego de señalar que los gobernantes no han tomado en cuenta lo suficiente esa movilidad social, e incorporarla como eje rector de las políticas públicas –abundó– generaría un país más justo, eficiente y armonioso.
“Más justo porque un mexicano con talento y ganas de tener una mejor vida no debería estancarse sólo por nacer en un hogar en condición de pobreza. Más eficiente porque cuando el progreso de una persona está limitado por barreras exógenas, surge la frustración y se desperdicia capital humano. Esto afecta la eficiencia económica y, por ende, limita el crecimiento. Más armonioso porque cuando el acceso a las oportunidades se limita a ciertos grupos sociales, se deteriora la cohesión social”, detalló en un comunicado.
De acuerdo con el CEEY, concentrarse en combatir la pobreza y la desigualdad, sin tomar en cuenta la movilidad social, supone un grave error.
En ese sentido, apuntó, es indispensable que cualquier política de combate a la pobreza que se pretenda implantar, reconozca que una de las causas de que la pobreza se perpetúe en México es la baja movilidad social.
La baja movilidad social intergeneracional (persistencia en los extremos de la estructura social de México), recalcó, revela una profunda desigualdad en las oportunidades de acceso a los medios que permiten superar las condiciones socioeconómicas de origen. Actualmente los estudios sobre la movilidad social intergeneracional revelan que siete de cada 10 mexicanos que nacen pobres, se quedan pobres toda su vida, precisó.
Lo anterior quiere decir que la posición social se transmite de padres a hijos con una frecuencia importante entre quienes se encuentran tanto en la base como en la parte más alta de la pirámide socioeconómica.