El Estado no busca a Cosme, ni a miles de niños, niñas y adolescentes desaparecidos en México
Por Redacción/ Animal Político
A sus 16 años, Cosme desapareció un día de 2011 cuando iba del trabajo a su casa. Nunca llegó. Su mamá es la única que lo busca, igual que sucede con más de 5 mil menores que han desaparecido durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, denuncian organizaciones.
La hermana de Cosme tenía ocho años cuando el adolescente desapareció. Era 5 de mayo de 2011, en Torreón, Coahuila. Desde entonces, la menor vive con miedo de salir sola a la calle y que le pase lo mismo que a su hermano y ha tenido que enfrentar también la ausencia, a veces física y otras emocional, de Marcela Balderas, su madre, quien primero cayó en una depresión profunda por la desaparición de su hijo mayor y luego perdió su trabajo, a su pareja y el apoyo de familia y amigos, ante lo que para todos parece una necedad: seguir buscando a Cosme. Solo sus otros dos hijos la siguen apoyando en eso.
En entrevista con Animal Político, Marcela dice que no tiene una sola pista para explicar la desaparición de su hijo. El adolescente no tenía motivos para escapar de su casa, como aseguraron las autoridades al principio. “Era un niño con mamitis. Ya en prepa, todavía era capaz de cruzar el patio y volver a la puerta conmigo si se le había olvidado darme un beso de despedida. No, Cosme no se fue por su voluntad”.
La mujer, madre también de una menor de entonces ocho años y otro adolescente de 13, cayó en una depresión profunda por la ausencia de su hijo. “Estuve en el hospital. Ya no quería nada. Me pasaba los días inconsciente, como dormida. Mi mamá me cuenta que los doctores le decían que no podían hacer nada para ayudarme porque yo ya no tenía voluntad. Entonces, en medio de esa inconsciencia, soñé a Cosme que me agarraba la mano y me decía “mamá, los mocosos”. Siempre se refería así a sus hermanos. Eso me sacó, a tiempo para salvar a mi hija pequeña”.
Marcela cuenta que cuando salió del hospital y llegó a su casa, la menor llevaba 10 días sin comer. Nadie podía hacerla ingerir bocado. Se la pasaba acostada, llorando. Su madre la sacó de la cama donde estaba y corrió con ella al hospital. “Si no la hubieras traído pronto, la hubieras perdido también”, le dijeron los médicos. La niña se salvó. Hoy tiene 15 años y vive con miedo de salir a la calle, pero también de perder a su madre en el afán de encontrar a su hermano, a quien el Estado no busca.