La desaparición de siete jóvenes golpea de nuevo a la policía de México
Por Redacción/El País
Las familias acusan a agentes de Chilpancingo de ‘levantar’ en las fiestas de Navidad a los jóvenes: tres han sido encontrados vivos, dos muertos y de otros dos se desconoce el paradero.
Marco Catalán Cabrera fue a visitar a su familia en Chilpancingo (capital de Guerrero) en las fiestas de fin de año y desapareció tras ser detenido por policías municipales. Su cuerpo y el del amigo que lo acompañaba en el momento del arresto fueron encontrados días después con huellas de tortura. No son los únicos jóvenes que desaparecieron durante las celebraciones de diciembre a manos de la policía. Entre el 24 y el 29 de diciembre, cinco más fueron levantados por agentes. Tres de ellos ya fueron localizados por sus familiares y otros dos siguen desaparecidos. Familiares, amigos y activistas locales denuncian que en todos los casos participaron agentes del Ayuntamiento de Chilpancingo —lo que ha provocado una purga en la policía local—, y ministeriales, del Gobierno del Estado de Guerrero.
El 30 de diciembre, Catalán Cabrera acudió a la feria local con su amigo Jorge Arturo Vázquez. Durante la noche fueron detenidos por policías municipales porque supuestamente participaron en una riña. “Le avisaron a la mamá que lo habían detenido y ella al día siguiente fue a sacarlo de barandilla (la comandancia), pero resulta que él ya no estaba. Ahí le dijeron que alguien había pagado la multa y lo habían liberado. Su mamá pensó que algún amigo lo había sacado, pero no fue así”, cuenta una amiga de la familia que prefiere omitir su nombre.
Los amigos y familiares comenzaron una campaña en redes sociales para pedir información sobre su paradero. El 3 de enero los cuerpos de Catalán y Vázquez fueron encontrados en bolsas de plástico en un basurero al norte de la ciudad, cubiertos de tierra y con signos de tortura. “Creemos que los cuerpos ya habían sido enterrados, pero debido a la presión social, por ser un chavo muy conocido, pensamos que los desenterraron para hacer aparecer los cuerpos”, cuenta la amiga de Marco. Catalán, de 34 años, vivía en Cuernavaca, en el Estado de Morelos, donde tenía un bar. “Era chef y trabajó un tiempo en el estadio Azteca en la Ciudad de México”, añade.