Enlazan comunidades, arman proyectos, defienden derechos: estos son los jóvenes de La Escuelita del Vitoria
Por Redacción/Animal Político
Celeste Cruz Avilés no quiere ser la mujer que llega de fuera a decirle a las comunidades indígenas cómo deben pensar, qué tienen que hacer o cuáles son sus opciones para alcanzar el desarrollo y ser felices. La activista de 28 años quiere ser sólo un pretexto, un vehículo para que las mujeres de los pueblos originarios se reúnan y, entre bordado y bordado, encuentren sus formas de afrontar el mundo.
En noviembre pasado comprobó que es posible hacerlo. La organización a la que pertenece, Sohuame Tlatzonkime (mujeres bordadoras), ayuda a indígenas nahuas de cuatro comunidades (Cuetzalan, Pahuatlán, Hueyapan y San Gabriel Chilac) de la Sierra Norte de Puebla a comercializar sus bordados a través de las redes sociales. Desde hace tres años, el colectivo viaja una vez al mes para recoger las prendas y dejar el dinero de la venta a las artesanas.
Ya habían hecho reuniones entre mujeres bordadoras y tejedoras de una misma comunidad, pero entonces los activistas cayeron en cuenta que no se conocían las de un poblado y otro. Así que organizaron la presentación. Fue a mediados de noviembre –recuerda Celeste– en la escuela primaria de Pahuatlán. Hasta allí llegaron unas 35 mujeres, vestidas con sus nahuas tradicionales: unas blancas, otras negras. Bordaron juntas y platicaron.
Las de Cuetzalan, que tienen una organización de mujeres indígenas llamada Masehual Sijuamej Mosenyolchicauani y son dueñas de un hotel, les contaron a las de las otras comunidades su experiencia para lograr tener dicha propiedad y el ingreso que les permite ser independientes económicamente.
Les platicaron –narra Celeste– que ellas iniciaron su organización, de ahora 100 mujeres, con la finalidad de vender sus artesanías a precios justos, para mejorar su calidad de vida y generar empleos para sus familias. “Contaron cómo al principio sus maridos no las querían dejar ir a vender, pero ellas lucharon y salieron”.
La organización ha sido para estas mujeres como una escuela donde han aprendido unas de otras, y se han involucrado en talleres para luego dar forma a diferentes proyectos productivos y educativos, que revalorizan sus costumbres y prácticas como grupo indígena. Organizadas, colaborando y aprendiendo unas de otras, estas mujeres lograron incluso abrir el hotel, que ahora administran como colectivo.