Los damnificados de Jojutla aún esperan la ayuda que EPN les ofreció hace un mes
Por Redacción/Animal Político
Un día después del sismo del 19 de septiembre, el presidente Enrique Peña Nieto acudió a Jojutla, el municipio más afectado de Morelos, para prometer que la ayuda para los damnificados comenzaría a “fluir, a partir de saber exactamente cuáles fueron las viviendas afectadas”. Un mes y una semana después de esta promesa, sin embargo, las familias que perdieron sus hogares, y que fueron incluidas en el censo de afectados, aún esperan la ayuda para emprender la reconstrucción.
“Me traen agua, despensas, ropa –explica doña María del Pilar Páez, sentada ante el predio, hoy baldío, donde antes se levantaba su casa–, pero la ayuda que según dicen que van a dar (para la reconstrucción) dicen que va para largo, que será para el otro año” cuando llegue, sin certeza alguna de la fecha.
Doña María del Pilar y su esposo, Raymundo Hernández, se protegen del intenso sol de Morelos bajo la sombra de un árbol, mientras sus nietos juegan a hacer castillos con la arena que quedó de su casa demolida.
La familia Hernández Páez consta de diez integrantes, seis de ellos niños y niñas, que luego de que su casa se viniera abajo hallaron refugio bajo un par de casas de campaña, y techumbres armadas con lona plástica, materiales que, subraya María del Pilar, fueron donados por la comunidad judía mexicana, no por las autoridades.
Sobre una de estas casas de campaña, la más próxima a lo que era la fachada de su vivienda, esta familia colocó un cartón con sus apellidos y su número postal.
“Para poder levantar esta casa, mi esposo trabajó toda su vida –dice María del Pilar–, hemos vivido 46 años juntos, y ese es el tiempo en que se formó la casa. Y con el sismo quedó toda cuarteada, y vinieron a derrumbarla… casi toda la colonia desapareció”.
En la colonia Emiliano Zapata, de Jojutla, efectivamente, cada cuadra tiene al menos dos casas derrumbadas.
“Nos dicen que las lonas se van a empezar a deshacer en poco tiempo, por el calor –lamenta don Raymundo–, y no tenemos seguridad de las casas, sabrá dios cómo vayamos a pasarla más adelante. Ahorita nos regalaron una estufita, aunque no tenemos cómo comprar un tanquecito, porque no tenemos dinero”.
Los dos hijos de María del Pilar y Raymundo son empleados del ingenio Emiliano Zapata, ubicado en este municipio, sin embargo, a raíz de los daños que esta misma plana azucarera sufrió durante el sismo, “no hay ni trabajo (…) mucha gente de la colonia trabaja en el ingenio, y no saben cuándo van a volver (a trabajar)”.
Dos cuadras más adelante, aún dentro de la colonia Emiliano Zapata, una anciana se resguarda también del sol, bajo la sombra que forma la cornisa de una casa, a punto de venirse abajo.
“Yo me llamo Josefa Romero Fernández –explica la mujer, del otro lado de la cinta roja que rodea su vivienda–. Esta es mi casa, y lo que pasa es que la van a tirar, porque está bien colapsada”.