La cara opuesta de la solidaridad: el robo en departamentos de zonas de derrumbe en la CDMX
Por Redacción/Animal político
De acuerdo con la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México, sólo se han registrado tres denuncias por el delito de robo en casa habitación después del sismo. Vecinos cuentan sus historias:
El 19 de septiembre, Raúl Solís trabajó desde casa. Durante el sismo, que comenzó a las 13:14 horas, escuchó un estruendo: era el edificio aledaño desmoronándose, el número 286 de la avenida Álvaro Obregón.
Su edificio de ocho pisos quedó intacto, pero al ver el daño que el temblor había causado a unos metros, comenzó a ayudar para sacar a la gente de entre los escombros. Sabía que en ese edificio había oficinas y, siendo horario laboral, habrían decenas de personas que no lograron salir.
A ese punto llegó ayuda durante los siguientes minutos, incluyendo a la Marina, Policía Federal y local. Establecieron un cerco en el perímetro en las calles aledañas: Álvaro Obregón, Oaxaca y Ámsterdam, para que los rescatistas maniobraran en el edificio derrumbado. Así continuaron en los siguientes días y sólo se permitía el acceso a uniformados y voluntarios para trabajar en el rescate de personas.
Raúl, como el resto de sus vecinos que viven en los edificios contiguos al derrumbe no pudieron entrar a su casa desde el 19 de septiembre. Entendían que la prioridad era salvar a las víctimas y comprobar primero si sus viviendas no habían sufrido daños mayores para poder regresar.
Sin embargo, la falta de protocolos de comunicación y operación en los lugares siniestrados no sólo afectó a familias de las víctimas, sino también a quienes vivían en la zona. No hubo ningún uniformado ni representante del gobierno federal o de la Ciudad de México que atendiera a los vecinos.
Primero les dijeron que los edificios contiguos no habían sido revisados por protección civil y por eso no podían entrar. Después, al conseguir la revisión, siguieron negándoles el acceso.
El 26 de septiembre, Raúl consiguió colarse y entró a su departamento para sacar algunas pertenencias. La sorpresa fue que pese a las grandes muestras de solidaridad de la sociedad civil en medio de la catástrofe, también hubo delincuentes.
La bicicleta que se volvió su proyecto personal durante cinco meses fue robada. Estaba en el estacionamiento con cadena de seguridad, pero la cortaron. La chapa de su departamento fue forzada y ya no estaba su computadora, ni su iPad y una cartera con tarjetas; un estante que tenía con candado también fue abierto, aunque ahí sólo guardaba fotografías y cosas personales.
“Evidentemente entraron a robar”, dice Raúl, por eso denunció ante el Ministerio Público.
También pidió volver a entrar para “poder barricar la puerta con algo y que no sigan entrando”, pero no lo consiguió. “Ha sido una pesadilla”, insiste el joven, sobre todo porque no puede creer que fue víctima de robo en un lugar que estuvo vigilado las 24 horas por decenas de marinos y policías.