La migración no es un delito
Daniela Sweet-Coll
En Estados Unidos, las ciudades y los condados santuario son municipios que eligen no dedicar recursos locales a la aplicación de leyes federales de migración, lo cual implica no cooperar ni apoyar a las autoridades migratorias en sus esfuerzos para deportar personas indocumentadas. Además, las ciudades santuario permiten que cualquier residente, independientemente de su estatus migratorio, accede beneficios públicos como el servicio médico.
Cuando una persona indocumentada es detenida por cualquier razón, las autoridades migratorias son automáticamente notificadas. Regularmente, Immigration and Customs Enforcement (ICE) le pide a la policía local que mantenga a la persona en cuestión detenida para que ICE la pueda venir a recoger. La característica más importante de los condados santuario es que no cooperan con estos favores solicitados por las autoridades migratorias. Tratan al individuo detenido como a cualquier ciudadano, y sólo lo mantienen detenido por el tiempo indicado dependiendo de su delito.
Dependiendo del condado, calificarse como santuario puede implicar establecer leyes oficiales para la protección de las personas indocumentadas. Ejemplo de esto, fue cuando en 2011 Washington D.C. adoptó un procedimiento en el que se ordenaba a la policía no preguntarles a las personas su estatus migratorio al momento de detenerlos por cualquier infracción; el entonces alcalde, Vincent Gray, manifestó mediante una orden ejecutiva que cuando los migrantes tienen miedo de las autoridades, “arriesga su seguridad pública y la de toda la ciudad”.
Según la página de estadísticas Pew Hispanic, un tercio de los jóvenes indocumentados y 20% de los adultos viven en situaciones de pobreza, por lo que generalmente habitan vecindarios inseguros. Un factor importante de este problema es que al temer la posibilidad de deportación, muchos migrantes eligen no reportar delitos a los que han sido víctimas o testigos. De esta manera la marginación de las personas indocumentadas contribuye no solo a su victimización por los criminales sino también a la victimización de ciudades enteras.
Entre las ciudades que se categorizan como santuarios se encuentran dos vertientes, las primeras son las que utilizan leyes y reglas oficiales para procurar la protección e inclusión de las personas indocumentadas; la segunda categoría está compuesta por ciudades que ofrecen la misma protección a través de la práctica aun cuando no cuentan fundamentos legales. Por lo anterior la definición de “santuario” no es un concepto completamente jurídico.
En el país, alrededor de 300 condados y se consideran santuarios, dentro de las más relevantes se encuentran San Francisco, Miami, Denver, Oakland y Washington, D.C.
Para el partido republicano eliminar estas ciudades ha sido uno de los objetivos principales, pues desde su visión con estas prácticas se impide la deportación de “bad hombres” y de acuerdo con Donald Trump esto representa un peligro grave para los ciudadanos estadounidenses.
El presidente ha manifestado que retendrá los fondos federales para estas ciudades, lo cual tendrá diversas dificultades técnicas pues como ya lo habíamos mencionado esta categorización no tiene significado completamente legal. Sin embargo, como respuesta a las amenazas de Trump, ciudades como San Francisco y Santa Clara, California han demandado al presidente para tratar de prevenir que el gobierno federal les prive fondos públicos por proteger a los migrantes.
Para sustentar esta idea xenófoba, Trump ha hecho referencia en diversos discursos al caso de Kate Steinle, asesinada por un migrante indocumentado en San Francisco, intentando usar esta tragedia como prueba de los peligros de las ciudades santuarios. Sin embargo, las estadísticas contradicen tajantemente este argumento. Un estudio realizado por Tom K. Wong de la Universidad de California demuestra que las ciudades santuario no sólo tienen niveles reducidos de delincuencia, sino que también tienen economías más prósperas.
Desde su toma de protesta, el presidente Donald Trump ha firmado órdenes ejecutivas para comenzar la construcción de un muro en la frontera de Estados Unidos con México, aumentar los fondos de los centros de detención para migrantes, y priorizar la deportación de “criminales”, un término que Trump usa indiscriminadamente pues incluye a familias migrantes que nunca han cometido ningún delito. Por ello, es necesario que las ciudades santuarios sean protegidas en este contexto de opresión y violación a los derechos humanos de las habitantes de Estados Unidos.
Migration is Not a Crime
In the United States, sanctuary cities and counties are defined as municipalities that choose not to use local funds to implement federal immigration laws. This means not cooperating with or supporting immigration officials in their efforts to deport undocumented individuals. In addition, sanctuary cities regularly make it possible for residents to access public services such as city medical care.
When an undocumented person is detained by police for any reason, immigration authorities are automatically notified. Usually, Immigration and Customs Enforcement takes advantage of the undocumented person’s detainment by asking local police to keep them in custody until ICE can come pick them up. The most important characteristic of sanctuary counties is that they do not agree to these favors requested by immigration agents. Police in sanctuary counties treat the detained individual like a citizen, and only keep them detained for the time indicated depending on their crime.
Depending on the county, sanctuary status can mean establishing specific laws for the protection of undocumented people. For example, in 2011 Washinton D.C. issued an ordinance prohibiting police from asking residents their immigration status after stopping them for any potential crime or infraction. In issuing the the ordinance Mayor Vincent Gray stated that when immigrants are afraid of the authorities, “it endangers their public safety and that of our entire city.”
According to Pew Hispanic, one third of undocumented youth and 20% of undocumented adults live under the poverty line. This means that a significant portion of undocumented people live in low income neighborhoods with high crime rates. Due to the fear of deportation, many immigrants choose not to report crimes they have witnessed or been victims to. In this way, marginalizing undocumented people endangers not only those individuals but the neighborhoods and cities they live in.
Amongst the cities and counties considered sanctuaries, there are two main categories. The first includes cities like Washington, D.C. that use laws or public ordinances to ensure the protection and inclusion of undocumented people. The second category is made up of cities that are sanctuaries in practice but do not have established public rules that guarantee migrant protection. For this reason, the word “sanctuary” is not a judicial term and lacks concrete legal meaning.
Despite this abstract legal definition, around 300 counties and cities are considered sanctuaries: these include San Francisco, Miami, Denver, Oakland, and Washington, D.C. among others.
Eliminating sanctuary cities has been a primary objective for the Republican Party, which sees sanctuaries as an obstacle to deporting undocumented immigrants. According to President Donald Trump, sanctuaries protect many “bad hombres” from deportation, which endangers American citizens.
The president has stated that he will withhold federal funds from these cities, which could potentially prove challenging due to the fact that “sanctuary” is difficult to legally define. Nonetheless, sanctuary cities like San Francisco and Santa Clara, California have sued the president to try to prevent the federal government from denying them funding.
To provide evidence for the xenophobic idea that undocumented people are criminals, Trump has referenced in various speeches the murder of Kate Steinle by an undocumented man in 2015. The president has tried to use this tragedy as proof of the dangers of sanctuary cities, yet most available statistics firmly contradict this claim. Among them is a study by Tom K. Wong of the University of California San Diego that shows that not only do sanctuary cities have lower crime rates, but they also have more prosperous economies.
Since his inauguration, President Trump has signed executive orders to begin the construction of a wall on the U.S.-Mexico border, increase funds for migrant detention centers, and prioritize the deportation of “criminals,” a term which in practice has included immigrant families with no criminal records. Because of this as well as the multitude of human rights violations occurring to residents of all immigration statuses in the United States, the protection of sanctuary cities is becoming more important than ever.